El Parque Temático de los Fósiles de Extremadura
en Villuercas Ibores Jara
Ruta al Camorro de Castañar de Ibor.
Pienso que le voy a contar a la alcaldesa; seguramente le repetiré lo que le digo cada vez que vuelvo del camino: Ana, te traigo otro problema y este es de los gordos.
Y es que Castañar de Ibor parece tener las mejores esencias de este mundo. La Cueva de Castañar solo es la punta de lanza de un conjunto que puede presentar valores geológicos, medioambientales e históricos suficientes como para ser considerada como un Patrimonio Glogal. Una herencia que han sabido conservar y de la que hoy pueden presumir con orgullo.
La ruta escogida para la subida es la mas fácil; está divididas en dos tramos de igual distancia pero de distinto perfil, siendo el segundo un poco menos empinado que el primero, cuando queramos darnos cuenta estaremos en lo mas alto
Dos kilómetros y medio de subida constante, el camino ayuda mucho y sólo al final notas la cuesta en las piernas. Si vamos atentos no pasaremos por alto algunos ejemplares que tienen algunas centenas sobre sus troncos, también de los muchos regalos que la naturaleza nos va enseñando en el camino: setas, castañas, frutos silvestres, flores, huellas de animales...
En la última parte del tramo anterior y en esta primera parte, el recorrido transcurre por un precioso bosque de robles que en algunas zonas se muestra formando rebollares y en otras a modo de dehesa mas o menos domesticada.
Recuerdo unas cinco o seis presas; tienen una factura muy similar y están totalmente colmatadas de sedimentos.
Por encima de los mil metros de altura la frondosidad del bosque remite y solo en los pliegues mas recogidos se desarrolla una vida abundante, en el resto de la montaña, donde los ricos lo permiten encinas, brezos y jaras rellenan de verde las tierras.
Tal maravilla ha sido posible un monte mítico en la cultura local; los jóvenes mantienen viva la tradición de subir una vez al año al Camorro y en todos está la sensación de que la montaña es muy especial. Y la verdad es que es bien distinta a cuantas se forman entre las cuarcitas de las Villuercas.
Las piedras que han sido movidas enseñan las caras que han estado ocultas en la tierra y estas tienen un color ocre muy rojizo y muy vivo. El caso es que por la cara a o por la cara b en la práctica totalidad de cuantas observemos habrá una huella fósil grabada en ella. Así se van sucediendo unas otras en el último tramo de la subida que coincide con el confín del término de Castañar por el sur, es la linde con la hermana Navalvillar de Ibor.
Son caprichosos, como los colores de cualquier trozo de roca. Otra cosa que nos llamó muy la atención fue las muchas zonas que tenían una arena finísima, como la de las playas Pero cuando la capacidad de sorpresa no parece que ya no es posible, cuando con la cima los paisajes empiezan a tomar también un protagonismo considerable. Y es que el Camorro es uno de los mejores miradores del Valle, todo está a nuestro alcance, nada se escapa a la mirada de esta montaña. Por la mañana temprano llegas a ver Cáceres o Talavera.
Tenemos las mejores postales del Embalse de Valdecañas y sobre todo, una auténtica lección de la intrincada geografía de las Villuercas. Por la tarde, las puestas de sol inéditas en los pueblos del Ibor, acostumbrados a tener una sierra delante y otra detrás, aquí contemplas el ocaso a muchos kilómetros de distancia.
El Cervales se sitúa a nuestras espaldas, con sus 1441 metros, uno de los mas altos y el valle de la Garganta Solóbriga, rezuma de esencias antiguas y una naturaleza idílica. El último kilómetro es mas o menos llano excepto el último apretón antes del llegar al punto geodésico. Desde aquí las vistas del pueblo y su entorno son inmejorables.
Las casqueras eran mas rápidas pero castigan mucho tobillos y rodillas, con caídas muy verticales al principio menos pronunciadas después. Saltos precisos eligiendo la mejor para el siguiente paso. Un juego divertido y tenso pero en el que los golpes pueden ser dolorosos.
Como las oquedades, cuevas casuales y otras no tanto. Había muchos aguardos: pequeños semicírculos de piedra en el resguardo de alguna roca y en el extremo oeste restos de al menos dos viviendas.
Según bajamos, la masa vegetal se volvía mas intensa y dócil, las fragancias de todas ellas se mezclaban en un coctel de regusto primigenio y original.
Tapados totalmente y sin vereda que seguir cada paso era un agujero que hacíamos al monte; ni resto del paso de animales que normalmente facilitan estos tránsitos. Unos castaños al fondo aventuraban el final de el esfuerzo que ya se notaba en cuerpo y espíritu, aunque solo fue un pequeño alivio ya quedaba muy poco para llega a una vía transitada.
Los músculos empezaban a relajarse y la intensa sensación de que hemos conocido algo muy importante, que tenemos que tomar conciencia algo que es muy nuestro y también, nos ha hecho crecer como personas.
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